TEXTO A
Desgraciadamente, se están alzando voces
últimamente en pro de la desaparición de la enseñanza de la morfosintaxis en
los niveles básicos y medios por creer que este campo lingüístico no se
obtienen resultados prácticos. Es verdad que con demasiada frecuencia el alumno
se siente incómodo cuando se enfrenta con los análisis sintácticos, y que
después de muchos años de ejercitación en este campo, los progresos detectables
son mínimos y, en ocasiones, nulos. Pero ello no es atribuible a la sintaxis, sino
a cómo se enseña la sintaxis en las aulas. Hemos aludido ya a la dispersión y
fragmentarismo de los análisis. Otras son, además, las causas del fracaso: la
falta de unificación terminológica, la mezcla indiscriminada de escuelas,
tendencias o métodos, la «arboreomanía» o culto al diagrama arbóreo, y el
dogmatismo con que los profesores suelen actuar en la enseñanza de la sintaxis.
Hay que partir del hecho de que un mismo problema sintáctico puede ser resuelto
de varias maneras diferentes. Lo importante es que el alumno se acostumbre a
razonar todos y cada uno de los pasos que vaya viendo en el desarrollo del
análisis, es decir que no se convierta éste en una serie de adivinanzas, en el
juego de ver si se acierta no con la función o la clasificación que se le pide
en un momento determinado. El hecho de que un alumno pueda comprobar que
existen distintas soluciones para una misma cuestión sintáctica es siempre
enriquecedor.
La eliminación de la sintaxis en los
niveles básicos y medio sería un craso error,
pues son muchas las ventajas que su enseñanza ofrece. En primer lugar, es muy
útil en el terreno de la abstracción, ya que, al igual que ocurre con las
matemáticas de conjuntos, ayuda al desarrollo de la capacidad relacional y de
abstracción de los alumnos. Pero es que, además, los análisis coherentemente
concebidos y desarrollados con rigor pueden coadyuvar al «bien escribir» desde
el punto de vista de la corrección sintáctica, pues los ejercicios continuados
de análisis ayudan al alumno a familiarizarse con las estructuras y los
esquemas sintácticos de su propia lengua. Probablemente, no es casualidad que
los profesores de lengua detectemos en la actualidad tantas incorrecciones
sintácticas en la construcción de las oraciones (discordancias, anacolutos, «dequeísmos»,
«quesuismos»...), pues los análisis se han convertido en un sinsentido
mecánico, en algo que se hace sin reflexión, sin método adecuado, y, en
ocasiones, con unas buenas dosis de
pedantería o de especulaciones vacuas. Es cierto que se puede escribir muy
correctamente sin saber nada de sintaxis, pero también lo es que los ejercicios
de análisis sintácticos debidamente razonados inciden en una mayor conciencia
del entramado combinatorio lineal en las construcciones de las frases. Todo lo
que sea hacer conmutaciones, permutaciones,
expansiones de un núcleo, transformaciones en general, debe incidir siempre en
un mayor dominio del lenguaje. Posiblemente
sea la sintaxis la parte lingüística de mayor peso específico para
potenciar la reflexión sobre el lenguaje, de modo que tal potenciación
reflexiva sobre hechos lingüísticos es una ventaja más del aprendizaje de la
sintaxis. Por otra parte, no vemos cómo se pueden abordar los comentarios
literarios y estilísticos en los cursos de segundo y tercero de BUP sin el
conocimiento de una parte tan importante en tales comentarios como es la
sintáctica.
Flaco favor, por tanto, haremos a los
estudios sobre nuestra lengua si eliminamos de los programas la sintaxis. Lo
único que hace falta es que ésta se enseñe con
rigor y coherencia, sin dogmatismos y sin mezcla indiscriminada de criterios,
con sencillez y sin pedantería, e invitando siempre al alumno a que razone sus
asertos.
GÓMEZ
TORREGO, Leonardo: Teoría y práctica de
la sintaxis, Madrid, Alhambra.
a) Haga un resumen breve del texto.
b) Basándose en esos argumentos y en su propia
experiencia, elabore su propia argumentación sobre “para qué sirve la gramática”.
c) Explique el significado de las siguientes palabras
y construya una oración con cada una de ellas: craso, permutaciones, pedantería y vacuas.
d) Realice un análisis morfosintáctico de la siguiente
oración (no olvide el modus y el dictum): Posiblemente
sea la sintaxis la parte lingüística de mayor peso. A continuación, de
forma redactada.
TEXTO B
La libertad que nos ofrece Internet genera
también sus daños colaterales:
expresarse e informar sin barreras implica muchas veces una relajación en el
control, guste o no. Está claro que ya mecanismos de denuncia del abuso que
velan por los derechos de todos; ahí la parcela está más o menos cubierta. El
problema aparece con el uso del lenguaje: en ese ámbito nadie vigila y, como
escribir mal no es un ningún delito (de momento), muchos rincones de la red se
convierten en campos de minas disfrazados de faltas de ortografía.
Estados del Facebook, conversaciones por Messenger
y por el Tuenti, comentarios a una
noticia de un medio…Entre la inmediatez propia del canal y la falta de
conocimientos ortográficos, la red se convierte en una batalla de patadas al diccionario
que, a buen seguro, marean y desmayan a más de un académico de la lengua
española.
No obstante, estos “crímenes” lingüísticos
no cabrean solamente a los más eruditos;
el usuario común también se molesta. La Fundéu BBVA
es consciente de ello, de ahí que haya elaborado un ranking con las diez
palabras que peor se escriben en Internet en colaboración con los usuarios
dentro de su Manuel de Estilo. Si te
pones a pensar un poco, seguro que aciertas con alguna expresión de la
clasificación. Y es que, quién no ha visto alguna vez escribir “Haber qué se cuece por aquí”; en vez de “A ver…” Es un fallo muy repetido, al
igual que la confusión entre “hay”, “ay”, y “ahí”, toda una locura para muchos
usuarios, reflejada en la quinta posición del top ten El clásico “la dije” propio del laísmo de muchas
comunidades autónomas o el “andé” en
vez de “anduve”.
La clasificación completa es la siguiente:
Confusión entre ha (forma
verbal) y a (preposición).
Laísmos y loísmos.
Dequeísmos.
Conjugación del verbo convencer.
Diferencia entre haber y a ver.
Diferente entre demás y de más.
La forma andé por anduve.
Palabras como bricolaje o garaje
escritas con “g”.
La fundación también ha elaborado una lista
parecida de las palabras que más dudas suscitan en los internautas, encabezada,
cómo no, con la conjugación del verbo satisfacer. ¿Cuántas situaciones de pánico
has visto, si no, a la hora de que escoger toda forma verbal posible en vez de
la correcta, “satisfizo”, en el pretérito perfecto simple? Por no hablar de la
acentuación de los monosílabos y el uso de la tilde diacrítica.
No está de más que, visto lo visto, hagamos
un pequeño descanso en nuestras vidas aceleradas de internauta y nos detengamos
un momento a mejorar nuestra escritura. Todos somos humanos, nos hemos
equivocado más de una vez y lo seguiremos haciendo, está claro, pero es
probable que, con un poco de esfuerzo, Cervantes no lo agradezca algún día.
César
Finca: ¡Así no! Las faltas de ortografía
más flagrantes de la red.
a) Haga un resumen breve del texto.
b) Comentario personal: ¿Cree
usted que las faltas de ortografía desvirtúan la lengua y que las redes
sociales empeoran notablemente la lengua? Y ¿Cree usted que todos podríamos
expresarnos libremente sin seguir unas normas y dejar que el idioma evolucione
libremente? Razone sus respuestas.
c)
Explique el significado de las
siguientes palabras y construya una oración con cada una de ellas: daños colaterales, diacrítica, erudito y top
ten.
d) Realice
un análisis morfosintáctico de la siguiente oración (no olvide el modus y el
dictum): Hagamos un pequeño descanso en
nuestras vidas aceleradas de internauta. A continuación, de forma
redactada.
TEXTO C
Se ha dicho que el partido de fútbol ideal
es aquel que se gana con un penalti injusto fuera del tiempo reglamentario. El
error constituye la esencia de este deporte, generalmente aburrido, que utiliza
la mayor parte de los noventa minutos de juego en un insulso peloteo
en medio del campo, carente de emoción. Solo el error clamoroso del árbitro es
capaz de encender el fuego en las gradas, que al día siguiente llenará de
disputas, de burlas y de gritos las oficinas y las barras de los bares. Aparte
de esto, es el único deporte que muestra ante el público el vigor de un
veredicto inapelable. En la vida ordinaria cualquier acción ante la
justicia tiene posibilidad de recurso. El
delito tiene mil formas de escabullirse o de aplazar la sentencia y el agravio
puede tardar años en ser reparado. Solo en el fútbol sucede un hecho ejemplar.
A estos futbolistas de élite, divos multimillonarios con novias espectaculares,
con escudería de ferraris y maseratis, miles de fanáticos que les piden
autógrafos y niñas adolescentes que se arañan el rostro al verlos de cerca y se
agolpan para arrancarles los botones y llevárselos de recuerdo, he aquí que un
árbitro, ante una simple protesta, les muestra la tarjeta roja, les manda a la
caseta y ellos agachan la cabeza y obedecen. Solo en el fútbol sucede que el
acta redactada por el árbitro, en general, sea la primera y última instancia
acatada por las autoridades deportivas. De otro lado, el árbitro concierta
todas las iras del público y asume los insultos, blasfemias y
desplantes que el subordinado no puede lanzar contra su jefe en la oficina o en
la fábrica. Cuantos más errores cometa el árbitro más limpios y purificados por
dentro salen del campo los espectadores al final del partido. Me gustaban más
los árbitros cuando vestían de negro. Ese atuendo era más acorde con el efecto expiatorio que
tienen atribuido por la sociedad. Hay partidarios de introducir la tecnología
en el terreno de juego, pero si el fútbol es un deporte todavía excitante se
debe al elemento irracional que introduce el árbitro con esa sensación de que
su error en el penalti puede desencadenar un cataclismo en el
universo. No hay nada más ejemplar que esta justicia expeditiva: error, tarjeta
roja y a la calle. Atrévase usted a hacer eso con su jefe.
Manuel Vicent, “El País”, 04/07/2010.
a) Haga un resumen breve del texto.
b) Comentario personal: ¿Es
usted partidario de introducir la tecnología en el fútbol? ¿No cree que su
inclusión podría provocar la pérdida de la esencia del fútbol? Argumente
sus respuestas.
c) Explique el significado de las siguientes palabras y construya
una oración con cada una de ellas: insulso,
blasfemias, expiatorio y cataclismo.
d) Realice un análisis morfosintáctico de la siguiente oración
(no olvide el modus y el dictum): En la vida ordinaria cualquier
acción ante la justicia tiene posibilidad de recurso. A continuación, de forma redactada.
TEXTO D
La cultura moderna consiste en estar
sentado, en mirar, en teclear y callar. El pensamiento ya no es una fuente de
creación ni de rebeldía. Frente a nuestros ojos discurre ahora una cinta
perenne de imágenes, cada una más excitante que la anterior, más directa, más
luminosa. Prácticamente el cerebro humano se
ha convertirlo en un recipiente de iconos, de rostros,
sexos, muñecos, envases, marcas, paneles, pornos, carátulas, solapas,
videojuegos, emails, telediarios que
hacen rodar las tragedias
por la pantalla como esa nube de algodón azucarado que venden en las ferias y
que duran solo un minuto en poder de los
niños. Los carteles de espectáculos pegados a una tapia estaban visibles al
menos una mañana entera antes de que los tapara otro reclamo, pero hoy la noria
de luces superpuestas es instantánea y convulsiva
cuyo vértigo constituye ya la sustancia de la mente. Los jóvenes hoy se alimentan de imágenes. Lo que no se ve, no
existe. El pensamiento clásico ha quedado en manos de algunos taxistas
cabreados con un mondadientes en la boca y de sus discípulos
predilectos, que son algunos articulistas, intelectuales y analistas
obsesionados con las
zanjas del Ayuntamiento, con el ruido callejero y con la dificultad para
aparcar. La crisis de la existencia ha sido reducida a un malhumor municipal,
en esa charca ha sido ahogado Schopenhauer. Luego están los moralistas sin sentido del humor y los
políticos gafes que se han visto obligados por la cultura de la imagen a
teñirse el pelo y a trasquilarse las ojeras. Con un dedo firme señalan el
camino, con palabras podridas por la halitosis te dan lecciones, pero nada
es válido ya sin la alegría superficial y gentil del Facebook, nada es real sin las imágenes que se devoran
unas a otras bajo el relámpago de magnesio sobre una infinita alfombra roja e introduce a los héroes del momento en nuestra
cocina, en el comedor, en el cuarto de baño, en el dormitorio y los ahoga en
las dos mejillas de la almohada donde se confunden con el sueño o el insomnio.
Somos seis mil millones de humanidad. La mitad está sentada mirando cómo la
otra mitad hace el payaso. Y así sucesivamente se va llenado el desván de nuestro
cerebro de iconos. Mirar, callar y teclear, de todo, de nada.
Manuel
Vicent, “El País”, 23/1/11.
a) Haga un resumen breve del texto.
b) Comentario personal: ¿Cree usted que el poder de la imagen ha sustituido
en la actualidad al de las palabras? Y ¿Cree
usted que se está perdiendo lo verdaderamente humano por el desarrollo
espectacular de las nuevas tecnologías de los últimos años? Argumente sus respuestas.
c) Explique el significado de las siguientes palabras y
construye una oración con cada una de ellas: moralistas, halitosis, gentil y convulsiva.
d) Realice un análisis morfosintáctico de la siguiente oración
(no olvide el modus y el dictum): El pensamiento clásico ha quedado en manos de algunos
taxistas cabreados con un mondadientes en la boca. A
continuación, de forma redactada.
Cuando
sobrevino la catástrofe, maduramos deprisa. Los mayores bajaron la
guardia. Acobardados o luchadores, se vieron
obligados a hacer frente a momentos
angustiosos. Nuestros padres olvidaron las
normas, nos dejaron vivir. Se podía salir de casa sin grandes dificultades. Se
podían escuchar las conversaciones sin que nadie se fijase en nuestra
presencia. Se podía ir sucio. Los estudios pasaron a un lugar perdido y lejano.
Se iba y se venía sin orden ni concierto, llevado por los acontecimientos. Se aprendía
que la guerra, nuestra guerra, era una guerra de buenos y malos, como se pretende
que sean todas las guerras, y nos aferrábamos fuertemente a los buenos que nuestros
padres patrocinaban. Se podía llorar de miedo y reír de miedo. Se
olvidaba la hora de levantarse. Se comía lo que aparecía sobre la mesa, a
cualquier hora. Se habían roto las rutinas internas de la vida familiar. Se
habían abierto las puertas de la calle, anárquica y variopinta. La gente
huía, moría, amaba, odiaba, sufría, luchaba por sobrevivir. Porque nosotros
éramos la retaguardia. La vida familiar desvió su atención del orden
doméstico para fijarla en lo que sucedía en la calle. Y los niños salieron de
sus protegidos rincones y se sintieron libres e independientes entre los miedos
y las ruinas.
Pero
la guerra era también temer por los mayores. Saber que un amigo ha perdido a su
padre. La guerra es, a veces, perder al propio padre. La guerra es: “Corre, baja,
no llores, las ventanas, cerrad las ventanas, Dios mío, no nos vencerán, venceremos,
no hay pan, no llores, no hables, los aviones, ¿dónde te has metido?, ¿dónde os
habéis metido?, ¿dónde están los niños?”
Los
niños siempre estábamos en otra parte, los niños vagábamos por las calles.
Recogíamos cascos de balas, atesorábamos
trozos de metralla, explorábamos ruinas humeantes. ¿Dónde están los niños? Los
niños merodeaban por los cuarteles, pedían chuscos a los soldados, hacían
largas colas para conseguir patatas.
Josefina Aldecoa, Los niños de la guerra.
a) Haga un resumen breve del texto.
b)
El texto muestra en primera persona el dramatismo
de la guerra civil española, ¿le parece válido su testimonio ante las guerras
del siglo XXI? Razone su respuesta.
c)
Explique qué significan las palabras siguientes: catástrofe,
patrocinaban, variopinta y retaguardia. Escriba una oración con cada
una de ellas.
d) Realice
un análisis morfosintáctico de la siguiente oración (no olvide el modus y el
dictum): Los estudios pasaron a un lugar
perdido y lejano. A continuación, de
forma redactada.
Esquema para redactar el análisis sintáctico de estructuras simples:
1. Clasificación de la oración por la actitud del hablante o modus. (Se puede señalar la marca de modalidad). Si se trata de una proposición (en una oración compuesta) no puede clasificarse por el modus.
2. Localización y análisis del sujeto. Si está explícito se indica qué SN realiza esa función. Si está elíptico puede señalarse si se trata de una elipsis contextual o gramatical. En caso de impersonalidad puede explicarse la razón de que no haya sujeto. Asimismo puede caracterizarse el sujeto por su comportamiento: especificar si realiza, recibe o experimenta el contenido verbal.
3. Análisis del predicado. Se señala el tipo de predicado (nominal o verbal), el verbo copulativo o núcleo según el caso, y los complementos que presente la oración aludiendo al tipo de sintagma que es cada complemento.
4. Clasificación de la oración por la estructura del predicado o dictum (esta clasificación es obligatoria en oraciones simples y proposiciones.
Ejemplos: Tal vez esta mañana no te has sentido cómodo en clase.
Se trata de un enunciado que consta de una sola oración simple. Por el modus es dubitativa y lleva el modificador oracional “Tal vez”. El sujeto está elíptico, pero sobreentendido por las desinencias del verbo:“tú”. Y experimenta el contenido del
verbo. La oración tiene predicado verbal. El núcleo es el verbo pronominal “te has
sentido”, que va modificado por los complementos siguientes:
a) Complemento predicativo del sujeto: el sintagma adjetival “muy cómodo”.
b) Complemento circunstancial de tiempo: el sintagma nominal “esta mañana”.
c) Complemento circunstancial de lugar: el sintagma preposicional “en clase”.
Por la estructura del predicado la oración es predicativa, activa e intransitiva.
Ahora no te preocupes del dinero, Marcos.
Esta oración es simple y exhortativa, ya que expresa un consejo o recomendación
que el hablante da a su interlocutor, explícito mediante el vocativo “Marcos”. Tiene
el sujeto elíptico, la segunda persona del singular (tú), que se sobrentiende por la
forma verbal (“te preocupes”) y que identificamos con “Marcos”. El sujeto experimenta la acción del verbo. El predicado verbal (“Ahora…dinero”) consta de
núcleo, el verbo pronominal “te preocupes” y dos complementos: “del dinero”, sintagma nominal que funciona como suplemento o complemento de régimen; y el
adverbio “ahora”, complemento circunstancial de tiempo.
Por el dictum es una oración predicativa, activa e intransitiva.
OTROS TEXTOS PARA SU LECTURA.
UN CIERTO SILENCIO
Lo que quiero
ahora. Magazine | 19/01/2012. Por Ángeles
Caso.
Será porque
tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas
Navidades a enfermedades gravísimas.
O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada
material pero tiene el corazón y la cabeza más sana que he conocido y cada día
aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia,
he vivido ya las suficientes horas
buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será,
quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha
dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la
sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va
esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo
parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible
para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos
sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio
ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos
que aspiran a reposar en tumbas llenas
de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola
lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los
coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un
cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de
hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un
pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo
piensa en su propio bienestar y se desentiende del
malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos
indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas
que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la
mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan
cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir
en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en
este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi
amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas
palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos.
Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se
asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las
músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo
mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el
espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar.
Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para
disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente
de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a
mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo
merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en
una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme,
un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por
aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O
todo.
SOBRE EL TEMA DE LAS FALTAS DE ORTOGRAFÍA
El que escriba ‘habrir’ no
debería graduarse.
Las faltas de ortografía y de comprensión lectora abundan en la Universidad. Los profesores se plantean si además de los conocimientos deberían evaluar un lenguaje viciado por los SMS.Por Elisa Silió. 16 de febrero. Publicado por “El País”. El lenguaje de los mensajes ha contaminado la redacción de los estudiantes. / Consuelo Bautista.
Escribir habrir es una falta de ortografía tan
descabellada e inverosímil que parece un signo de rebeldía, como quien escribe
okupa. Sin embargo, cuando una profesora de Hispánicas —letras— y otra de
Agrónomos —ciencias— repasan en común mentalmente las faltas más habituales de
sus alumnos aparece pronto el dichoso habrir. ¿Cómo llegan a una falta tan
rocambolesca? Probablemente, conjeturan las docentes, porque no distinguen
“habría” del verbo haber de “abría” (casi siempre escrito sin acento) de abrir.
Los fallos ortográficos y de expresión son frecuentes en unos estudiantes que
con esa ortografía no hubiesen pisado la Universidad. Los
profesores reconocen que el panorama es desolador, pero pocos bajan la nota de
un examen por la ortografía y la expresión —menos aún en las carreras de
ciencias— y no existen reglas comunes para baremar este asunto en los
departamentos de las facultades.
“Hay algo de verdad y algo de
tópico. Si no hubiera sido por la métrica, el poeta podría haber dicho tal vez
‘cualquier ortografía pasada / fue mejor’. Antes había un sector de la
población que no estudiaba y que apenas sabía escribir. Ese sector hoy ha
accedido a la enseñanza y, por supuesto, escribe mejor”, explica el académico
Salvador Gutiérrez, que fue el encargado de coordinar Ortografía de la lengua
española, el polémico volumen de la
RAE. “Sin embargo, los que antes estudiaban debían someterse
a un largo y duro aprendizaje de corrección idiomática y, como consecuencia, su
ortografía alcanzaba un nivel mucho más elevado que el que tienen los que, por
ejemplo, acceden hoy a la
Universidad”.
“El problema no es solo de
ortografía. También, o más, de prosodia. Es decir, la organización de la
sintaxis: los puntos, las comas… Entiendo “baca”, pero puedo no entender el
discurso si no se organiza bien. Es difícil de marcar, pero no se esfuerzan”,
plantea Flor Salazar, profesora de Filología Hispánica en la Universidad Complutense.
“Por ejemplo, está muy de moda no poner las sangrías después del punto y
aparte. Hemos copiado a los anglosajones y eso tenía su utilidad”, prosigue.
“Yo, cuando era pequeña, todos los días hacía una redacción. Y es lo que
deberían de hacer ahora. Redacción, redacción, redacción. Recuerdo a una
compañera de facultad que, hace 40 años, tuvo un cero por escribir disminutivo”.
Amparo Medina Bocos, profesora
jubilada de Lengua en secundaria, remarca también la importancia de las tildes.
“No es lo mismo ‘revólver’ que ‘revolver,’ pero está socialmente mejor visto
que escribir vailar.
Hemos caído en la dejadez. En la calle lees cafeteria y antiguedades. Nada”.
“Si un estudiante escribe que la toma de la Bastilla tuvo lugar en
1787 es probable que no obtenga un sobresaliente, aunque quizá tampoco un
suspenso. Pero si escribe que la toma de la Bastilla tuvo lugar en 1987, o —como parece que
escribió una vez cierto estudiante— que lo que tuvo lugar en 1789 fue la toma
de la Pastilla,
entonces no necesita una calificación, sino en rigor un aviso de que no ha
llegado a ponerse en condiciones de ser calificado en un examen de Historia”,
opina José Luis Pardo, catedrático de Filosofía en la Complutense. “Creo
que este es el mismo caso de las faltas de ortografía (cuando son graves): no
es lo mismo si un alumno de primero de Filosofía escribe Witgenstein con una
‘t’ de menos que si escribe el dever ser con uve. Hay que suspenderle, claro está. No hay
otra manera de hacerle notar que no cumple las condiciones, pero conviene que
se entere de que ha suspendido no por falta de conocimientos, sino por no
reunir las condiciones previas necesarias para poder ser calificado”. “Es como
si en la escuela de ingenieros se preguntasen si hay que ser exigentes en la
construcción de puentes o si se debe levantar un poco la mano, aunque algunos
viaductos se caigan a la primera ventolera”.
Pardo modela a los próximos
filósofos y José Manuel Sánchez Ron, en la Autónoma de Madrid, a los que un día serán
físicos. Este cuatrimestre el académico de la Lengua ha decidido bajar la puntuación en
Historia de la Ciencia,
una asignatura optativa, por los fallos “aunque de una manera generosa, no
condicionará su aprobado”. “He tomado esta decisión individual a la vista de
que no conduce a nada decirles que presten atención porque saldrán mejor
preparados”. El primer día de clase, el científico les recuerda la importancia
de escribir bien. “Les digo que no soy su colega y, por tanto, que no pueden
escribir como un SMS a los amigos”.
El inglés es la lengua franca
en ciencias, pero se niega a que se escuden en el argumento de que lo
importante es ser capaces de resolver las fórmulas y problemas. “Es la
manifestación de un movimiento posmoderno. La ortografía no es un juicio
relativo, es una ley absoluta”, dice Ron.
Consensuar que se valore la
forma y no solo el contenido de lo escrito no parece fácil. Hace una década un
grupo de profesores de Hispánicas en la Complutense propuso al decanato un reglamento
común al que ampararse ante las quejas estudiantiles, pero este adujo que el
asunto no era de su competencia. “Debe bajarse la nota (incluso hasta llegar al
suspenso) cuando se trata de faltas graves y/o muy reiteradas. No debería ser
preciso ningún reglamento, como tampoco para ir a clase completamente vestido y
calzado o no entrar en el aula con mascotas, y el simple decoro (el sentimiento
de vergüenza ante el reproche común) debería bastar para que se inhibieran los
infractores”, sugiere Pardo. Aunque, realista, concluye: “Está claro que esto
ha dejado de ocurrir, de modo que es preferible que haya una norma común, si
fuera posible de Estado, porque esto sería lo más parecido a no tener que estar
todo el rato advirtiendo lo que en realidad no haría falta advertir porque es
de sentido común”.
Que se lo digan a un profesor
de un grado en Comunicación en una prestigiosa universidad pública española
enfrentado a sus alumnos por su decisión de rebajar la nota con las faltas. Eso
ha supuesto el suspenso de más de uno. “La culpa es de los alumnos, claro, pero
también de los docentes. Rebajamos mucho el listón y obviamos la necesidad de
subrayar que se debe escribir correctamente en cualquier caso, pero más en el
nuestro, porque somos profesionales de la palabra”, sostiene desde el
anonimato. “Algunos alumnos te dicen que se tiene que valorar solo el conocimiento
de la materia y no cómo se escriben las palabras porque para eso existen
correctores. Pero en las redacciones apenas queda esa figura y ya no hay tiempo
para corregir. Y, aunque los hubiera, no sería excusa”.
Este docente esboza un presente
y futuro negro en la
Universidad: “La comunidad educativa tiene cada vez más miedo
a imponerse. Los alumnos se atreven a decir y hacer cosas que en nuestra
generación nunca habríamos hecho, y los profesores se asustan —en algunos
casos— o, sencillamente, evitan los problemas porque, con la crisis, ven
recortados sus ingresos, aumentado su trabajo y lo último que les apetece es
enfrentarse a reclamaciones y quejas”.
En la Comunidad Valenciana
quieren ponerle coto a las faltas en las PAU (Pruebas de Acceso a la Universidad), eso sí,
solo en las asignaturas de Lengua y Literatura II. En la Selectividad se
rebajará hasta tres puntos por las faltas (0,25 por las grafías y 0,15 por las
tildes), un descuento que llegará a los cuatro en 2015. El recorte es paulatino
para dar tiempo a los institutos a que solventen el problema. La reforma de los
planes de estudio del Ministerio de Educación prevé también reválidas al
terminar la primaria y la secundaria. Dos pruebas externas que quizá obliguen
al profesorado a hacer hincapié en la ortografía.
“Terminar con las faltas es
complicado porque el resto de profesores consideran que es un tema de Lengua
que no les compete y no bajan la nota”, lamenta Javier López, periodista de
formación y docente de Lengua en el instituto Serranía de Alozaina (Málaga).
Existe también la queja inversa: ¿si no le suspende el de Lengua, cómo lo voy a
hacer yo en Historia? “El español no es patrimonio de los profesores de Lengua.
Es de todos. Y cada uno en su ámbito tiene que enseñar su léxico y en clase de
Matemáticas no puedes dejar que un niño escriba hangulo. No puedes”, razona
Medina Bocos.
Hace tres cursos, López, de 37
años, comenzó a ser profesor de Lengua y Literatura y le sorprendió “una
didáctica del siglo XIX en el XXI”. En su opinión, para mejorar la ortografía
“ya no sirve, como funcionó con generaciones anteriores, hacer dictados o
copiar muchas veces una palabra mal escrita”. Él mantiene contacto a través de
las redes sociales con sus alumnos y les obliga a expresarse con corrección.
“Cuando escribías una carta te esforzabas, aunque fuese a un amigo, porque era
algo de lo que quedaba constancia y decía mucho de ti. Por eso quiero que
entiendan que en Tuenti o en Facebook también se puede escribir bien y tienen
que elevar el registro. La relación alumno-profesor no puede ser la misma que
entre ellos”. López saltó a los medios con su campaña Tu ignorancia me
alimenta. “Por cada falta que le restaba puntos en el examen tenían que traer
un producto si querían recuperar la nota”, recuerda. Y así donaron 500 kilos de
comida.
No todo son malas noticias. Hay
una minoría muy preocupada por la lengua. Lo constatan en el departamento de
dudas de la RAE,
Español al Día, que recibe un centenar de preguntas diarias. “Cada vez más
gente accede a la educación media y superior y un buen dominio de la
herramienta lingüística es imprescindible para acceder a puestos de trabajo
cualificados. También ahora hay más medios para obtener información y resolver
cuestiones lingüísticas, como los diccionarios de dudas o servicios como el
nuestro, que permiten a los hablantes obtener respuesta a sus preguntas sin
tener que buscarla por sí mismos en manuales de gramática u obras de
referencia, a menudo, difíciles de entender y digerir”, cuentan.
El descrédito del uso del
lenguaje es tal que unas oposiciones a Policía Municipal en Las Palmas de Gran
Canaria levantaron polvareda el año pasado por esta razón. Cien candidatos
denunciaron ante el registro del Ayuntamiento la prueba ortográfica que solo
aprobaron 17 de los 168 opositores. La prueba consistía en descubrir los fallos
de 22 frases en 10 minutos. La cuestión es: ¿debe el Estado bajar el nivel
requerido? “No es que las instituciones hayan de ser severas, sino justas”,
matiza Gutiérrez, también catedrático de Lingüística en la Universidad de León.
“Los que desean acceder a un puesto de la Administración no
solo han de conocer los asuntos que atañen a la plaza a la que concursa, sino
también a la lengua en que se expresan. Si los policías tienen que redactar
informes o levantar actas, han de demostrar en la oposición que pueden hacerlo
de forma correcta”.
El filósofo Pardo no da
crédito: “Denuncian al Estado los infractores de la norma más elemental para la
convivencia (el uso respetuoso y compartido de la lengua), pero si el Estado
permitiese las infracciones, que es lo que sí sería un delito atroz y una
dejación escandalosa, nadie pondría una denuncia. Todo un ejemplo de moralidad
pública”. Y se muestra categórico: “Los organismos no deben dejar de castigar a
los infractores de la ortografía como no dejan de hacerlo con los infractores
de las normas de tráfico”.
Con la reforma educativa del
ministro Wert, los alumnos de secundaria recibirán un 25% más de clase de
Inglés, Matemáticas y Lengua. Quizá entonces el drama de las faltas se acabe o,
al menos, se aminore. De alcanzarse este objetivo, será el adiós al hit del
momento: ola k
ase.
El punto final no existe y las
frases no arrancan con mayúsculas. Estas se usan indistintamente.
“Haber” y “a ver” es el mayor
quebradero de cabeza.
Por contagio de la manera de
escribir por móvil desaparece la ch, que pasa a ser x. Mucho es muxo.
La g es hoy w. Uno no es guapo
sino wapo.
Las palabras acortadas en los
apuntes de clase —tb por también o pq / porque— se ven en los exámenes.
Los términos se funden: derrepente, asique,
osea.
“Hecho” de hacer y “echo” de
echar no se distinguen.
Aparecen nuevas palabras como
el gerundio tuviendo.
Una s por una x espectativas
y una n que no existe transtorno.
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