"Noviembre en Central Park"
Era una noche bastante fría para ser
noviembre…Central Park nunca había estado tan solitario y la bruma que se
levantaba en aquel lugar mostraba un halo de misterio alarmante.
Iba caminando sola, mirando hacia atrás de vez
en cuando, ya que me sentía observada. Hoy hacía un año del incidente del
metro, y desde ese día, no me siento segura. De repente, oigo un ruido que
viene de la calle paralela a la mía. No quiero acercarme, pero algo me dice que
lo haga, una voz interior que me aconseja en los buenos momentos y aquél podía
ser uno. Doblé la esquina con disimulo, casi sin hacer ruido.
Allí estaba Él.
María Cordovilla
Lemus, 1º Bachillerato A.
“La quedada”
María se lo había dicho de un millón de
maneras diferentes: con amor, con indiferencia, con cariño, con reproches y sin
ellos; con una sonrisa, con un gesto fruncido, sentada, de pie y también con
voces, pero Javier insistió en oírlo de nuevo y quedaron en la playa al
atardecer. A la mañana siguiente, unos turistas la encontraron muerta en el Acantilado
de Maguez.
Inmaculada Roco
Rosa, 1º Bachillerato A.
“Amor
incongruente” (diario de la violencia de género).
Lloraba y lloraba, mi absurdo llanto, sin
entender por qué sufría tanto por aquel hombre que he amado en silencio durante
infinidad de años, por esa persona que me dio mis dos adorables hijas que
siempre querré hasta el punto en que no se puede contar. He buscado tantos años
esta situación que ahora que por fin lo conseguí, siento una culpabilidad en
mis entrañas de pensar que por mis actos y mi culpa entre rejas está el amor de
mi vida.
Cada golpe y porrazo que me llevé de sus
manos fueron por mis acciones absurdas y de mala esposa de las que él me avisó
y que yo no escuché. Sabía que no podía hablar con ningún hombre porque luego
tendría mi castigo. No escuché, no pensé y cuando él me vio, recibí mi castigo.
Lo que no pensé es que mis vecinos al escuchar tales porrazos llamaran a la policía,
mi familia se enteraría y me obligaran a denunciarlo.
Ahora añoro su compañía y entiendo sus cabreos.
Siempre los echaré de menos.
Macarena Pecero
Díaz, 1º Bachillerato A.
Silencio. Lo único que
escuchaba eran los latidos de mi corazón, mis pensamientos pidiendo respuestas
a preguntas que ni siquiera existían. Preguntas que llenaban todo el vacío que
allí había, toda la negrura que cada vez me atrapaba más y me asfixiaba y me
retorcía y me hacía pensar que ya no estaba vivo. Pero sí lo estaba, aunque en
ese momento la muerte parecía una salvación. Me relajé. Pensé en cómo había
ocurrido todo y me remonté al día de ayer. Regresaba de vuelta a casa en una
noche en la que no todo había salido bien. Caminaba pensando en por qué había
salido mal, cuando vi un coche aparecer en la misma calle por la que iba. No me
preocupé, simplemente era un coche con el mismo derecho que yo a estar allí.
Cuando sí me preocupe, fue cuando el coche me adelantó y se paró delante de mí.
Intenté escapar, pero algo se clavó en mí y no recuerdo nada más.
Abrí los ojos y vi que estaba en una mesa de
operaciones, que alguien intentaba acabar con mi sufrimiento y que estaba
anestesiado. Por ello, no sentí nada, solamente escuché mi sentencia final.
Daniel Pérez Rángel, 1º Bachillerato A.
"A ella nunca le gustó las flores de plástico" (verso de José Hierro).
Lo que más recuerdo de ti es que escribías los sueños de tus hijos y ahora eres un pobre que ya descansa. Dejaste un hueco irremplazable en el mundo y todo es negro cuando se van los seres más queridos.
Se extinguió en mi casa la música alegre que antes sonaba. Menos mal que el tiempo no ha borrado el sufrimiento de mi cuerpo. Éste se transforma en sonrisa cuando te recuerdo, mamá.
"A ella nunca le gustó las flores de plástico" (verso de José Hierro).
Lo que más recuerdo de ti es que escribías los sueños de tus hijos y ahora eres un pobre que ya descansa. Dejaste un hueco irremplazable en el mundo y todo es negro cuando se van los seres más queridos.
Se extinguió en mi casa la música alegre que antes sonaba. Menos mal que el tiempo no ha borrado el sufrimiento de mi cuerpo. Éste se transforma en sonrisa cuando te recuerdo, mamá.
Jamás será mi primavera hermosa.
La noche turbia,
desnuda,
se lleva mi flor en mayo.
La primavera hermosa, dulce y gozosa
humedece los ojos de aquel hombre
que llora por la vida perdida.
Enorme vacío que no lo llena el morir.
Sueño con su presencia,
sueño con su nueva vida.
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