martes, 7 de mayo de 2013

MAGISTER DIXIT: DOS CUENTOS BREVES.

    Os propongo la lectura de dos cuentos. El primero, titulado “El cuento de las herramientas” (de Juan Mateo, Cuentos que mi jefe nunca me contó) nos lo recomienda nuestro Director del centro, Fernando Merino Muriana, y cuyo tema es el trabajo en equipo. Y el segundo nos lo aporta una Maestra de Infantil, María José Gómez Beltrán. Está extraído de los Cuentos por teléfono de Gianni Rodari y constituye un modelo de gestión democrática de las normas.

   Os invito a que reflexionéis y, sobre todo, a que gocéis de la lectura de ambos cuentos.


          “El cuento de las herramientas”

 
“En un pequeño pueblo, existía una diminuta carpintería famosa por los muebles que allí se fabricaban. Cierto día las herramientas decidieron reunirse en asamblea para dirimir sus diferencias.
   Una vez estuvieron todas reunidas, el martillo, en su calidad de presidente tomó la palabra:
 -Queridos compañeros, ya estamos constituidos en asamblea. ¿Cuál es el problema?
 -Tienes que dimitir- exclamaron muchas voces.
-¿Cuál es la razón? – inquirió el martillo.
-¡Haces demasiado ruido!- se oyó al fondo de la sala, al tiempo que las demás afirmaban con sus gestos.
-Además -agregó otra herramienta-, te pasas el día golpeando todo. El martillo se sintió triste y frustrado.
-Está bien, me iré si eso es lo que queréis. ¿Quién se propone como presidente?
 -Yo, se autoproclamó el tornillo.
-De eso nada -gritaron varias herramientas.
–Sólo sirves si das muchas vueltas y eso nos retrasa todo.
-Seré yo -exclamó la lija.
-¡Jamás!-protestó la mayoría.
- Eres muy áspera y siempre tienes fricciones con los demás.
-¡Yo seré el próximo presidente! -anuncio el metro.
-De ninguna manera, te pasas el día midiendo a los demás como si tus medidas fueran las únicas válidas – dijo una pequeña herramienta.
  En esa discusión estaban enfrascados cuando entró el carpintero y se puso a trabajar. Utilizó todas y cada una de las herramientas en el momento oportuno. Después de unas horas de trabajo, los trozos de madera apilados en el suelo fueron convertidos en un precioso mueble listo para entregar al cliente. El carpintero se levantó, observó el mueble y sonrió al ver lo bien que había quedado. Se quitó el delantal de trabajo y salió de la carpintería. De inmediato la Asamblea volvió a reunirse y el alicate tomo la palabra:
- `Queridos compañeros, es evidente que todos tenemos defectos pero acabamos de ver que nuestras cualidades hacen posible que se puedan hacer muebles tan maravillosos como éste’. Las herramientas se miraron unas a otras sin decir nada y el alicate continuó: 
- `Son nuestras cualidades y no nuestros defectos las que nos hacen valiosas. El martillo es fuerte y eso nos hace unir muchas piezas. El tornillo también une y da fuerza allí donde no actúa el martillo. La lija lima aquello que es áspero y pule la superficie. El metro es preciso y exacto, nos permite no equivocar las medidas que nos han encargado. Y así podría continuar con cada una de vosotras.

  Después de aquellas palabras todas las herramientas se dieron cuenta que sólo el trabajo en equipo les hacia realmente útiles y que debían de fijarse en las virtudes de cada una para conseguir el éxito.”
      Juan Mateo, Cuentos que mi jefe nunca me contó. 

    Juan Trotamundo eran un gran viajero. Un día llegó a un pueblo en el que las esquinas de las casas eran redondas y los tejados no acababan en punta sino en una suave curva. Andando por la calle había un parterre de rosas y se le ocurrió ponerse una en el ojal. Mientras cogía la rosa, enseguida se dio cuenta de que las espinas no tenían punta, no pinchaban, parecían de goma y hacían cosquillas en las manos.
   Estaba tan entusiasmado con el descubrimiento que no advirtió la presencia de un guardia municipal que le sonreía.
-          ¿No sabe usted que está prohibido coger rosas?
-          Lo siento, no había pensado en ello.
-          En este caso pagarán tan sólo media multa-dijo el guardia.
  Juan observó que el guardia escribía la multa con un lápiz sin punta, y de pronto le dice:
-          ¿Me permite ver su espada?
-          Con mucho gusto -le contestó el guardia.
  Y naturalmente, tampoco la espada tenía punta.
-          ¿Pero qué país es éste?- preguntó Juanito.
-          El País sin Punta-respondió el guardia.
-          ¿Y cómo hacen los clavos?
-          Los hemos suprimido hace ya tiempo. Todo lo encolamos. Y ahora, por favor, déme dos bofetadas.
Juanito abrió la boca asombrado, como si se hubiese tragado la bola del mundo.
-          Por favor, no quiero terminar en la cárcel por ultraje a la autoridad. Si acaso, las dos bofetadas tendría que recibirlas yo, no darlas.
-          Pero aquí se hace así. Por una multa entera, cuatro bofetadas; por media multa, sólo dos.
-          ¿Al guardia?
-          Sí, al guardia.
-          ¡Pero esto es injusto! ¡Es terrible!
-          Claro que es injusto y terrible. Lo es tanto-dijo el guardia-que la gente por no verse obligado a abofetear a unos pobres inocentes jamás incumplen una ley.
-          Pero yo no quiero, ni puedo hacerlo. Si acaso le haré una caricia.
-          Siendo así-contestó el guardia-habré de acompañarle hasta la frontera.

Juanito, humillado, se vio obligado a abandonar el País sin Punta. Todavía hoy sueña con poder volver y vivir en una linda casita con el tejado sin puntas.  
 Gianni Rodari, Cuentos por teléfono.

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