jueves, 15 de febrero de 2024

GUÍA DE LECTURAS: "LA CASA DE BERNARDA ALBA".

  La casa de Bernarda Alba completa el ciclo trágico de Federico García Lorca, y lleva la tragedia estampada en sus fechas: escrita en 1936, año del comienzo de la Guerra Civil y del asesinato del autor, no podrá representarse hasta 1945, en Argentina. Una fecha y un lugar asociados a la tragedia de España, sometida a una dictadura y condenada a que sus mejores obras se entrenen en otros países. 

  Tradicionalmente se le viene reprochando a Lorca la falta de compromiso social y el supuesto folclorista andaluz de su teatro. Quejas que suenan a broma: tan absurdas como menospreciar la Quinta Sinfonía de Beethoven porque se baila con dificultad, o porque no se presenta solos de guitarra. Junto a la realidad cotidiana y el folclore aparece el duende, el misterio, el primitivismo de la pasión, la sinceridad desgarrada y el ambiente opresivo de las cárceles. Por eso Lorca, el supuesto cultivador del tópico andaluz, es el escritor español más universal, el más conocido en Japón o en Estados Unidos. 

  Lorca consigue escribir una tragedia con tanta fuerza como la de Esquilo, porque es capaz de pintar con sus hipérboles poderosas y populares, con su contundencia, con la aspereza de su erotismo, con sus alusiones sexuales directas, al destino mismo, al fatum que persiguieron sin descanso los griegos. Para ello, el granadino recupera la figura del coro clásico, que anticipa los males que acechan al protagonista, pero no le sirve para evitarlos, porque nada puede torcer la firme voluntad del destino. María Josefa, la abuela chiflada que aparece ataviada con flores en la cabeza y en el pecho y con un cordero en la mano, anuncia las terribles verdades dese su lucidez y su locura, pero nada puede detener ya la tormenta que va a desatarse. Si en la tragedia griega el destino surgía del exterior (la voluntad de los dioses, un oráculo desfavorable, la decisión injusta del tirano) en la lorquiana, fuertemente influida por el surrealismo, nace de lo más profundo de las entrañas, del ello freudiano, del deseo incontenible que se opone a toda normal social o moral, a toda conveniencia. 

  Una de las armas que emplea el granadino para alcanzar el corazón de sus espectadores es el símbolo. La casa blanquísima que impone la ausencia total de color, tanto como el negro de luto, el verde con el que Adela desafía a su madre, el bastón de autoridad que la hija rebelde parte con sus propias manos, el caballo que trae a Pepe y que no es otro que el deseo sexual, la primera y la última aparición de Bernarda, que coinciden en su gesto simbólico de mandar callar. 

  Es evidente que La casa de Bernarda Alba no es un panfleto político: no intenta enseñar ni convencer, sino educar, conmover, refinar los espíritus y convertir los corazones de piedra en corazones de carne. Sobre la Andalucía de charanga y pandereta se alza como un torrente de piedras la rabia de cinco mujeres que muerden con la desesperación de perras en celo ante esta fuerza masculina de la destrucción que es Pepe el Romano. 

  Lorca necesita comprometerse con ninguna ideología: él firma su compromiso con el ser humano y, desde lo andaluz, eleva la tiranía de Bernarda, la rebeldía de Adela y la sumisión de Magdalena al altar de lo universal. 

 "Apuntes de Literatura", EVAU (Selectividad Comunidad de Madrid), 2022, Alfonso Ruiz de Aguirre. 

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