Estos pensamientos de Sancho Panza valen más que mil libros de autoayuda (artículo publicado por Carlos Salas el 23 abril de 2014)
Uno de los pasajes más profundos de Don
Quijote se encuentra en el capítulo LIII de la segunda parte. Es un pequeño
compendio de reflexiones sobre los delirios de grandeza, la falta de sinceridad
consigo mismo, la amistad y la honestidad. Un pasaje más útil que muchos libros
de gestión y de autoayuda.
Sancho Panza está gobernando por fin su
ínsula, ese pequeño territorio que le había prometido Don Quijote desde que comenzaran
a cabalgar.
En realidad, todo forma parte de un engaño.
Los habitantes del pueblo se hacen pasar por sus súbditos con la malvada intención
de torturarle y someterle a toda clase de burlas.
Es entonces cuando Sancho Panza se da
cuenta adónde le han llevado sus delirios de grandeza. Está amaneciendo y en
lugar de desvestirse para echarse en la cama, se pone la ropa, y va a las
caballerizas. Allí está el burro que le ha acompañado en todas sus desdichas.
Sancho Panza le besa y con lágrimas en los ojos le dice:
—Venid vos acá, compañero
mío y amigo mío y conllevador de mis trabajos y miserias: cuando yo me avenía
con vos y no tenía otros pensamientos que los que me daban los cuidados de
remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis
horas, mis días y mis años; pero después que os dejé y me subí sobre las torres
de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil
miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos.
—Abrid camino, señores
míos, y dejadme volver a mi antigua libertad: dejadme que vaya a buscar la vida
pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser
gobernador ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren
acometerlas. Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las
viñas, que de dar leyes ni de defender provincias ni reinos.
En ese mismo parlamento, Sancho prosigue
diciendo:
—Digan al duque mi señor
que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir que sin
blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen
salir los gobernadores de otras ínsulas.
Y antes de alejarse, termina con estas
palabras:
—… y volvámonos a andar por el suelo con
pie llano, que si no le adornaren zapatos picados de cordobán, no le faltarán
alpargatas toscas de cuerda. Cada oveja con su pareja, y nadie tienda más la
pierna de cuanto fuere larga la sábana; y déjenme pasar, que se me hace tarde.
Impresionados por su humildad, los
pueblerinos le ofrecen todo lo que quiera para acomodar su viaje:
“Sancho dijo que no quería más de
un poco de cebada para el rucio y medio queso y medio pan para él, que
pues el camino era tan corto, no había menester mayor ni mejor repostería.
Abrazáronle todos, y él, llorando, abrazó a todos, y los dejó admirados, así de
sus razones como de su determinación tan resoluta y tan discreta”.
Ambición, soberbia desmedida, delirios de
grandeza, honestidad, autenticidad, sinceridad consigo mismo, amistad, vuelta a
los orígenes, no aprovecharse de los cargos públicos para forrarse… ¿No es eso
de lo que hablan muchos libros de ética, de autoayuda y de gestión?
Si deseáis leer el capítulo LIII entero, pinchad
en el siguiente enlace:
Interesante es también la edición digital de
esta magnífica obra:
Una versión hip hop y la serie de TVE:
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