lunes, 5 de mayo de 2014

MAGISTER DIXIT: CREMATORIO, RAFAEL CHIRBES


    Acabo de leer el libro de Rafael Chirbes, Crematorio (Anagrama, 2010)Además de haberme encantado, de disfrutar de la buena literatura, más bien, de una literatura magistral, me ha dejado conmocionado. Una novela densa, sin ni un solo punto y aparte, y narrada en primera persona. En ella nos encontramos  dos líneas de tiempo:  las reflexiones del protagonista que acude al entierro de su hermano;  y la historia de la familia, el pueblo, el país, su biografía, en definitiva. Pero es un libro en el que la estética y la ética se entremezclan sin darse uno cuenta. Las descripciones son valorativas, pero, aunque la estética esté acompañada de la ética, no es un libro moralizante. Entonces dejaría de ser arte. Y esta obra literaria es arte y te deleita, como tal, pero es ética y filosofía, y, en este sentido, te instruye y te hace crecer que viene a ser una de las misiones del arte y de la cultura. No el mero divertir ni entretener. Esto último pertenece al ámbito del espectáculo. 

  Pues bien, en esa biografía, en esas reflexiones se abordan todos los temas de la condición humana y de su construcción social, a pesar de ser un libro situado perfectamente en el tiempo, que es el “boom inmobiliario” de los noventa. Se aborda el tema de la muerte, que es el fondo sobre lo que todo transcurre. Porque la novela nos muestra, a través de las reflexiones del protagonista, la vida como un eterno fluir. Pero un fluir que nos lleva a la degeneración, a la decrepitud, a la muerte. La imposibilidad de la felicidad plena. Las vidas malogradas o desperdiciadas. Los talentos más grandes echados a perder, por falta de voluntad, por las circunstancias mal asumidas, por la fatalidad no dominada y que te arrolla hasta que pierdes el dominio de ellas y te conviertes en un desgraciado abandonado y solo. La familia como condicionante de nuestro futuro. No determinante, pero sí condición que nos construye y que en la madurez o en la vejez tomamos conciencia de ello y nos damos cuenta de cuánto hemos asumido de esa herencia. La difícil relación con los padres y después con los hijos. La frustración siempre de fondo. El desear, el buscar más, la insatisfacción. La riqueza como banalidad. El cambio social producido por una serie de leyes políticas que, arbitrariamente permiten ciertas cosas que ponen en peligro la naturaleza, el medio ambiente y que acaban con un modo de vida más real, menos rentable, pero, quizás más directo y auténtico. Un cuestionamiento, en el fondo, del progreso. Y, sobre todo, cuando éste está referido al progreso económico. En toda la novela se da una tensión entre este progreso y la cultura como valor por sí mismo. Pero con los peligros de la decadencia de ésta y del artista decadente y agotado. Una sensación de que la historia ha terminado en manos del capitalismo y sus contravalores que han creado una confusión mortal, que no hay esperanza…y que todo acaba al final con la muerte y las cenizas.
   
    Juan Pedro Viñuela, profesor de Ética y Filosofía del IES "Meléndez Valdés" de Villafranca de los Barros (Badajoz). 





1 comentario:

  1. Magnífica reflexión, Juan Pedro. Del mismo autor y, en la línea del monólogo interior que lo caracteriza, recomiendo también "En la orilla".

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