Vivo en una ciudad dedicada casi por entero a la enseñanza del castellano. A Salamanca vienen estudiantes norteamericanos, japoneses, europeos, chinos, hispanoamericanos... De todo el mundo. Vienen "a aprender español" o a estudiar literatura española, y de paso, a conocer y vivir en una preciosa ciudad, la ciudad con más bares per capita de toda España, que siempre es un dato a tener en cuenta. Aquí se les conoce como "los guiris". Y los guiris siempre están quejándose -borrachos o serenos, es igual- por sus dificultades con nuestras acepciones. Ni viviendo aquí veinte años acabarían de entender nuestro idioma al 100 por 100. Eso y el frío que hace aquí en invierno, les puede. O mejor, les pueden las diferencias de temperatura: porque Salamanca es una ciudad que pasa de los 40º o más del verano a los 15º bajo cero que en algunas ocasiones hemos tenido en invierno. Por eso hay tantos bares: para refrescarse o para calentarse, según la estación. Pero volveré al tema, que me disperso. El tema era la complejidad lingüística de muchas de nuestras expresiones. A eso únanle las nuevas reglas gramaticales que acaban de sacarse de la manga los señores académicos de la lengua para acabar de volvernos locos a todos... En efecto, muchos guiris han decidido claudicar y entregarse definitivamente al alcohol y a la perdición, y se les puede ver deambulando con su derrota idiomática, pero muy felices, por bares como el Erasmus, el Holy Cross, el Irish Rover, el Corrillo o el Camelot.
Una
muestra de la riqueza y complejidad de nuestra lengua castellana es el ingente
número de acepciones de una simple palabra, como puede ser la muy conocida y
frecuentemente utilizada referencia a los atributos masculinos: cojones. A
alguien un día le dio por analizar tal palabra y sus múltiples significados
(desconozco quién fue, pero ¡ole sus cojones!)*, así que para que no se pierda
tal cúmulo de sabiduría lingüística barnizado con un fino humor estilo british,
he decidido transcribir el texto para que si por fin la tormenta perfecta (pero
la de verdad) nos lleva, quede algo para las generaciones venideras (si es que
las hay).
La
palabra en cuestión es polisémica de
cojones. O más que polisémica, diríase que es una palabra con mil acepciones
según el modo de utilizarse o el contexto. Si va acompañada de un numeral, tiene significados distintos
según el número utilizado: así, uno significa caro o costoso ("valía un cojón"). Dos significa
valentía ("tenía dos cojones").
Tres implica desprecio ("me importa
tres cojones"). Un número muy grande, si es par, significa dificultad
("lograrlo me costó mil pares de
cojones").
El verbo cambia el significado;
"tener" indica valentía ("aquella
persona tiene cojones"), aunque con signos exclamativos puede
significar sorpresa ("¡tiene cojones!").
"Poner" expresa un reto, especialmente si se ponen en alguna
superficie ("puso sus cojones encima
de la mesa"). También se los utiliza para apostar ("me corto los cojones por...") o
para amenazar ("te corto los cojones").
El tiempo del verbo utilizado cambia el
significado de la frase; así, el presente expresa molestia o hastío ("me toca los cojones"). El reflexivo
significa vagancia ("se estaba
tocando los cojones"). Pero el imperativo significa sorpresa ("tócate los cojones"). Por otra
parte -por si no era ya bastante complicado-, los prefijos y sufijos modulan su significado: "a" significa
miedo ("estoy acojonado");
"des" implica cansancio o risa ("estaba descojonado"); "udo" implica perfección o
simpatía ("es un coche
cojonudo" o "el tío ese es cojonudo"); y "azo" se
refiere a abulia o indolencia ("¿Pablo?
¡menudo cojonazos está hecho!").
Las preposiciones matizan o modulan la
expresión. Así, "de" conlleva éxito ("me salió de cojones") o cantidad ("hacía un frío de cojones"); "por" expresa empeño o
voluntariedad ("lo haré por
cojones"); "hasta" expresa límite de aguante o rebosamiento
de la paciencia ("estoy hasta los
cojones"); "con" indica valor, valentía ("era un hombre con cojones") y
"sin" se refiere a cobardía ("era un hombre sin cojones"). "Con" y "sin"
también pueden reforzarse con un numeral ("era un hombre con/sin dos cojones"). Incluso puede denotar
extrañeza o un sentimiento de descorazonada perplejidad ("tiene cojones la cosa")...
El frío, la forma, el tamaño o la simple
tersura de los cojones también conllevan significados distintos: el color
violeta expresa frío ("se me
quedaron los cojones morados"). La forma implica cansancio o
cabezonería ("tenía los cojones
cuadrados"). Pero el desgaste implica experiencia ("tenía los cojones pelados de tanto repetir
lo mismo en clase"). Es importante el tamaño y la posición ("tiene dos cojones grandes y bien
plantados"); sin embargo, hay un tamaño máximo ("tiene los cojones como el caballo de
Espartero"), y este tamaño máximo no puede ni debe superarse, porque
entonces indicaría torpeza, indolencia o vagancia ("se pisa los cojones", "le cuelgan los cojones",
"arrastra los cojones", "se sienta sobre sus cojones", o
incluso "necesita una carretilla para llevarlos").
La interjección "cojones"
significa sorpresa ("¡cojones!")
y acentuándola artificialmente en el lenguaje verbal como esdrújula, más
sorpresa aún ("¡coooojones!").
Y cuando uno se halla perplejo, los solicita ("manda cojones"). En ese ignoto lugar -y no en el cerebro-
reside la voluntad y de allí salen las órdenes ("lo haré así porque me sale de los cojones" o "no voy porque
no me sale de los cojones"). Puede también utilizarse para hacer ver
al interlocutor que se desconoce algo ("no se de qué cojones hablas").
En
resumen, creo que es prácticamente imposible encontrar una palabra en
castellano o en cualquier otro idioma con tamaño número de acepciones. Y espero
que la utilicéis cada día más, pues es una manera cojonuda de enriquecer
nuestro vocabulario. Lo de la sintaxis y la ortografía, por desgracia, es tema
aparte. Algún día prepararé algo para esa parte de la sociedad mayoritariamente
surgida del desastre de la LOGSE
(de la que mis lectores están fuera, por suerte), esa alegre masa juvenil que
se prodiga en Facebook, en Twitter, en Tuenti, en los foros, y que cree que el
móvil es una tabla de sabiduría que nos conecta con el mundo vía sms. Esa parte
de la sociedad que pone faltas de ortografía hasta cuando habla...
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