domingo, 25 de enero de 2015

CURIOSIDADES: CHASCARRILLOS GRAMATICALES Y PARADOJAS LÉXICAS.


 Chascarrillos gramaticales



     La vida y la gramática se parecen pero no
 son lo mismo. Por ejemplo, una cebra mantiene su género femenino aunque se
trate de un macho. Lo mismo sucede con una ballena, una ardilla o una jirafa. En cambio, el topo puede ser una hembra, igual que un moscón o un
ratón.

    Las palabras terminadas en o tienden a ser masculinas; y las que acaban en a, femeninas; pero existen transgenéricos: “la mano”, “el día”, “el mapa”, “la radio”, “el programa”, “el pediatra”, “el guardia”, “el atleta”, “la contralto”, “la soprano”… Y los sexos biológicos son dos; pero los géneros, tres (masculino, femenino y neutro).
Si decimos "los jueces", que es masculino, eso abarca a los jueces y a las jueces. Si decimos “la judicatura”, que es femenino, también. “La persona” representa en femenino a mujeres y hombres, mientras que “el ser humano” lo hace en masculino, con el mismo resultado. La mayoría de los adjetivos calificativos son descalificativos. 

   La gramática se aleja a veces de la vida, pero los términos que usa al definir sus conceptos la evocan muy a menudo. Eso facilita que hoy nos tomemos a broma sus paradojas con estos desaforismos para aficionados a los juegos lingüísticos.

Una rata dura más tiempo que un rato.
En la oración “el boxeador dio un puñetazo al árbitro”, el árbitro recibe directamente el puñetazo, pero es el complemento indirecto.
Un problema de “sintaxis” también se da cuando no hay huelgas del transporte.
 Lo peor que le puede pasar a un verbo defectivo es que además sea imperfecto.
Pensar no es un verbo reflexivo.
Agacharse sí que es un verbo reflexivo, pero debería clasificarse como flexivo.
En una oración, los elementos apuestos no tienen por qué ser muy atractivos.
La gente se pregunta por qué “todo junto” se escribe separado, y “separado” se escribe todo junto. También parece raro que “exmarido” se escriba ahora todo junto cuando define a un separado.
La negación de positivo es impositivo.
Los pronombres demostrativos nunca han sido capaces de demostrar nada.
El idioma español tiende al uso activo frente al pasivo, a diferencia de lo que ocurre ahora en la contabilidad.
Los posesivos son a menudo pura ilusión. Decimos “duermo en mi casa” o “voy a mi empresa”. Pero “mi casa” es del banco. Y “mi empresa” es de… ¡anda, qué casualidad!
Si usamos más los verbos imperativos para rogar, deberían llamarse rogativos.
El sujeto agente no es necesariamente un guardia.
En la oración “el policía detuvo al ladrón”, el sujeto es dos veces agente.
En la oración “el enfermo fue operado ayer”, el sujeto es dos veces paciente.
La voz pasiva es un verbo transitivo que se ha mirado al espejo.
La palabra “Telefónica” no tiene prefijos.
La mayoría de los adjetivos calificativos son descalificativos.
En gramática, la sección de complementos no está en la sexta planta.
La oración “hoy ha hecho un día muy frío y lluvioso” se construye sobre un tiempo perfecto.
Los espacios vacíos de un texto están llenos de silencio.
Para la ortografía, el acento es el mismo en todas las regiones.
La exclamación exclama, la interrogación interroga y la interjección interjecta.
Tras la reforma laboral, el prefijo ha pasado a precario.
Los accidentes gramaticales son todos muy previsibles.
El acusativo no depende jerárquicamente del fiscal general del Estado.
Incluso el pretérito pluscuamperfecto puede tener algún defectillo.
¿Por qué copular no es un verbo copulativo?
Los verbos copulativos, como ser o estar, no son los que refieren determinada actividad de los seres animados (especialmente de los muy animados), sino los que forman un predicado nominal. Eso sí, necesitan el atributo.

Artículo de Álex Grijelmo en El País (18/01/2015).

TAMBIÉN DE ÁLEX GRIJELMO EN ESTE SITIO:



Paradojas léxicas
    El origen de muchas palabras se desvanece en nuestra memoria. Eso produce a veces efectos insospechados. Por ejemplo, decimos y pensamos “no hay tu tía” para señalar que algo no tiene remedio. En realidad, la expresión más genuina en el lenguaje escrito debe juntar esas últimas dos palabras (“no hay tutía”), pese a que el nuevo Diccionario recoge ya la separación (tu tía). Porque se llamó “tutía” (y antes “atutía”) a un antiguo ungüento compuesto con óxido de cinc y sales metálicas que aliviaba el dolor de algunas heridas.
Esa tutía que leemos a menudo como “tu tía” procede del árabe attutíyya, y su origen más remoto se halla en el sánscrito tuttha. La grafía moderna que se escribe de vez en cuando permite unas oraciones de apariencia tan ilógica como éstas: “No hay tu tía, le dijo tu primo a tu tía”.
    El equipo femenino de fútbol del Atlético de Madrid eliminó el pasado jueves al Zorky de Moscú con una remontada. Y el viernes 16 de octubre dijeron en la SER a las 6.28 horas: “Machada del Atlético en féminas”. Esa “machada” de las féminas me recordó otra paradoja léxica leída en las páginas madrileñas del diario El Mundo el 3 de febrero y que hablaba sobre el suelo de la cafetería de la Facultad de Periodismo de la Complutense. Decía así: “Parte de las instalaciones están valladas por el riesgo de hundimiento del firme”.
     Y esto hizo a su vez que me viniera a la cabeza el ejemplo similar que le escuché en una conferencia al escritor mexicano Juan Villoro cuando narraba su conversación en un taller de reparación de automóviles, donde el operario le dijo sobre los problemas del ventilador: “Parece que se le acabó el sin fin”.
Y otro día: "Las juntas estaban sueltas".

   Así que tampoco debemos extrañarnos si oímos a un policía que grita mientras persigue a un delincuente: “¡Sujeten a ese sujeto!”.
  Sabemos desde hace años que es posible perder un imperdible, que ciertos políticos populares no son muy populares (Bárcenas, Granados, Rato…) y que otros llamados convergentes han renegado de su convergencia. También hemos visto alguna Caja sin caja y nos siguen contando en televisión que un zurdo da derechazos (Nadal). Hasta se ha creado la “prisión permanente revisable”, con lo cual deducimos que será permanente mientras no se revise.
   Cuando esas contradicciones léxicas se incluyen en un discurso o en un escrito, puede que alguna lógica esté fallando.
   Y si el firme no es firme, si tu tía no es tu tía, si las féminas hacen machadas, si lo permanente no permanece, si la correa sin fin tiene un final…, bien se podría disculpar entonces que esto sea una columna y que, pese a tratarse de una columna, no consiga sostener realmente nada.







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