La
noche del 27 de abril estábamos todos en la puerta del “Blues” esperando a que
el autobús con destino a Madrid llegara. Cuando lo hizo, todos subimos
corriendo.
El
viaje fue muy divertido y paramos para tomar el desayuno. Después, retomamos el
camino y cuando llegamos a Madrid, nos fuimos directamente al Museo de Ciencias
Naturales. Allí vimos grandes cantidades de animales disecados y tuvimos que
cambiar de edificio para ver todo lo relacionado con la evolución humana y los
minerales.
Una vez terminada la visita al Museo, nos
fuimos al centro comercial “Príncipe Pío” ya que la visita a “El Retiro” se
suspendió debido a las lluvias. Después de comer aquí, dimos una vuelta por las
tiendas, me compré dos polos, una camiseta y colonia para mi hermana. También
vimos una tienda donde por cinco euros metías los pies en unas peceras cuyos
peces te quitaban las pieles muertas y yo, por supuesto, los entré. Era una
sensación agradable y de cosquilleo constante.
A las
cinco, volvimos al autobús para ir al teatro Lope de Vega donde se llevaría a
cabo el esperado musical de “El Rey León”. Fernando repartió las entradas y todos
empezamos a decir el sitio que nos había tocado. A las seis menos cuarto ya
estábamos todos dentro y cuando menos lo esperábamos, se apagaron las luces y
salió la primera actriz cantando. Tras hora y cuarto de emoción y alegría llegó
el descanso. Todos corrimos al servicio y yo me compré una Coca-Cola por 5, 50
euros que tenía un sabor especial. No sé si sería porque era de otra marca o
por estar bebiéndomela en frente del musical que conmueve a todo el mundo.
A las nueve menos cuarto acabó el musical y
entre gotas de lluvia llegamos al lugar donde nos recogería el autobús para
volver a Villafranca. En este viaje de vuelta estábamos todos muy cansados, pero
no por eso dejamos de cantar y pasarlo bien. Paramos a cenar en el mismo sitio
que por la mañana y esta vez la mitad de la gente estaba dormida y no tenía
ganas de comer, no así los profesores a los que no se les quitó el apetito y
siguieron comiendo. Cuando volvimos a montar, intenté dormirme, sin embargo, fue
imposible ya que todo el mundo estaba hablando. Los profesores subieron algunas
veces a ver como iba todo, sobre todo, Valero y Herminio que al parecer no
confiaban mucho en nosotros.
A las
dos llegamos al pueblo, cuando bajamos del autobús todos los padres ya estaban
allí y empezaron a hacer las típicas preguntas…¿Cómo lo has pasado?, ¿Estás muy
cansado? Y la pregunta del millón… ¿Has gastado mucho dinero? Y así acaba el
tan emocionante, esperado, cansado e irrepetible día.
Víctor Manuel Cabrera Gordillo, alumno de 3º
de la ESO B.
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