A Juan
José Millás le gustaría haber asistido a nuestra tertulia literaria, sin duda
alguna. En ella, una serie de profesores y alumnos de Bachillerato desmenuzamos
todos los aspectos de esta excelente obra que es El mundo, premio Planeta 2007. El mundo de Juan José y el nuestro porque es
realmente lo que nos quiso contar.
En un
ambiente relajado y distendido fuimos comentando las impresiones tras su
lectura: que si nos había gustado, que si era ciertamente complejo, que si no
lo había entendido…Posteriormente, comenzamos a comentar todos los aspectos
claves que nos ofrece esta novela. Desde entenderla como novela autobiográfica o autobiografía novelada porque se borran las
fronteras entre lo real y lo ficcional; la importancia de lo irreal en la construcción de lo real tan propio
de Millás (lo “fantástico cotidiano” de Julio Cortázar); el proceso de eminente metaliteratura desde el principio (“Fíjate, Juanjo, cauteriza la herida en el
momento mismo de producirla- frase fundacional de esta novela, quizá del
resto de mi obra, diría él-Comprendí que la
escritura, como el bisturí de mi padre, cicatrizaba las heridas al instante de abrirlas
e intuí por qué era escritor. No fui capaz de hacer el reportaje: acababa de ser
arrollado por una novela…”, “Sueño, a veces, con una escritura que me hunda y me
eleve, que me enferme y me cure, que me mate y me dé la vida…”, “Comprendí que yo,
finalmente, no era más que un escenario en el que había ocurrido cuanto se relataba
en esta novela…”); las cualidades
evocativas de ciertas palabras y esa constante reflexión metalingüística (“lengua…de trapo”, “cambio de…rasante”,”sillón
de …orejas”, “complejo…vitamínico”, ¿por qué, por ejemplo, todo el mundo comía
lentejas, cuando lo lógico era que los hombres comieran lentejos?”, el señor Tálvez, me duele cabeza-de las más torpes porque sería el cerebro-Tú
no eres interesante para mí o Tú no eres interesante, para mí”….).
Y más en
concreto: el papel de esa madre en los
primeros capítulos (“Mi madre era una
fuerza de la naturaleza, era inmortal…Ella no tuvo hijos, tuvo síntomas…”);
el personaje peculiar y mágico de El
Vitaminas y su padre Mateo -el supuesto agente de la Interpol -, que derivó
hacia el tema de la educación de la época; la
sorprendente capacidad del narrador para fabular y la creación de mundos
imaginarios (tras una primera visita a la casa del editor, vuelve de nuevo
a ésta “para desandar lo andando y
regresas a la realidad por la puerta verdadera”); sus primeros despertares sexuales y la represión (“Las sesiones de tortura en la academia
constituían verdaderas clases de iniciación al sexo”); la labor y proceso personal de la escritura de ciertos escritores
(en el caso de Juanjo: “Mis novelas, así
como mis trabajos periodísticos están escritos entre las seis y nueve de la
mañana. El ayuno. Lo que escribo después del desayuno está contaminado por las
miserias laborables, por el imperativo de ganarse la vida”).
Todo ello nos lo cuenta el autor y nos lo
adereza con una prosa amena, relajada y coloquial, con un tono que respeta y nos
seduce. Y con muestras encomiables de humor e inteligencia. El lenguaje no es
suntuoso, pero tiene un buen ritmo. El autor no desacierta cuando describe la
escritura en general como algo que “no
tiene que ser bello, sino eficaz” que aplica muy bien para el tipo de prosa
que produce.
Ese mundo es la manera que tiene el autor de
verla. Es el personaje obsesivo, en el que pululan cantidades de desajustes
psicológicos en El Vitaminas que a veces siente que está cruzando portales
hacia otros mundos. De hecho, esta manera mística de ver el mundo parece ser
que le da el nombre a la novela.
Y fíjate, a los que no les había gustado tras
escucharnos en la tertulia, parece que cambiaron de opinión y se fueron más
contentos para casa. Así de fácil. Y es que como diría Millás: “La vida sin miedo resulta inconcebible” o
referido al valor e importancia de la palabra en estos tiempos que nos ha
tocado vivir: “La pérdida de la palabra
supone una reducción del pensamiento”.
Nos vemos en la próxima tertulia que, en
este caso, no será literaria sino cinematográfica. La película en cuestión se
titula Un invierno en la playa de Josh Boone y será el 29 de enero del año que viene.
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