domingo, 24 de septiembre de 2023

 A estos alumnos hay que pedirles ya de una vez mayor responsabilidad y autonomía. Recordad siempre que el papel educativo del centro es solo continuador de la tarea educativa familiar
 En materia de educación siempre he tenido un dogma. La comunidad educativa tiene tres grandes vértices: estudiantes, profesores y padres. Si los lados que comunican los vértices están llenos de interferencias, malentendidos y suspicacias, la cosa no funciona. 
  Nuestra autoridad en el aula solo será efectiva si los alumnos comprenden que estamos ahí para enseñarles, además de para ayudarles a construir sus proyectos personales. Como tal deben comprender que merecemos, sobre todo, respeto. 
"No llegaremos a ningún sitio si no valoramos la cultura y la educación como los cimientos sobre los que aposentar nuestra sociedad”.
 Considerad siempre que “La educación no es un gasto, ni tampoco una mercancía, sino una inversión". Como diría la Premio Nobel de la Paz, Malala Yousafzai (chica pakistaní de tan solo 16 años que los talibanes trataron de matarla una vez: “para hacerme poderosa solo necesito una cosa: educación” “Un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo”. O la que más me gusta: “Cuando se nace pobre, ser estudioso es el mayor acto de rebeldía contra el sistema”. 
Dedicaré más tiempo a este aspecto: el papel de los padres es el educar a sus hijos; y los profesores, sobre todo en secundaria, es el de enseñar materias, disciplinas y hasta competencias y, también transmitimos valores, cuando se dejan, claro (tema de la igualdad, suciedad, etc).  Los valores que inculcamos los profesores son intelectuales: la curiosidad, la admiración, la pasión por el saber y morales; el respeto, la tolerancia, el compañerismo, la solidaridad, la equidad y justicia, la prudencia, la paz y la mesura. Y este es el nivel educativo y es lo que profesor debe hacer. O las palabras “esfuerzo, disciplina y voluntad”, términos tan denostados en la actualidad. 
 Los institutos no son refugio de caprichosos, malcriados, egoistas, graciosillos de turno, ni personal que boicotee las clases con su charlatanería banal que se la podía guardar para casa o para con sus amigos. 

Hay que transmitir valores a los hijos y no precisamente los del éxito, el dinero fácil, el engaño, la belleza pasajera de la juventud, el todo vale mientras que no te cojan, el que todas las opiniones son válidas. No señor. De ninguna de las maneras. El profesor es la autoridad y requiere de un respeto absoluto por parte de los padres y de los alumnos (independientemente de que se equivocará mil veces, pero ya hay mecanismos internos de corrección de esos errores) y no son precisamente los padres y los alumnos los que juzguen al profesor y pongan en evidencia su quehacer. 


Eduquen a sus hijos en el respeto a todo el mundo, a todo ser vivo, en el amor a los libros y al conocimiento, en la práctica deportiva, en el compañerismo, en la amistad, en la sinceridad y, muy importante, en la valentía (ser responsable de lo que uno hace) en la curiosidad, en el respeto a las instituciones y al estado, en la búsqueda del saber y no en la imposición de las opiniones particulares. Éste es un gran reto que todos tenemos (me incluyo) como padres. No escojamos el camino fácil de echar balones fuera y las culpas para el otro. Seamos valientes, como digo, asumamos lo que somos, lo que hacemos y lo que podríamos llegar a hacer y ser con nuestros esfuerzo y trabajo. Es un gran programa educativo. 

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