viernes, 14 de octubre de 2022

MICROCUENTOS: ALUMNADO DE 3º DE LA ESO

    Los microcuentos, también llamados microrrelatos, minicuentos o hiperbreves, de ficción súbita, textículos, cuentos en miniatura…son textos que narran historias de forma condensada. Estos nombres dan cuenta de una imprecisión que tiene que ver con la búsqueda de identidad en el concierto de un género que aún se mantiene en los márgenes o en las fronteras del cuento.

 Las características propias del microcuento son su brevedad extrema y secuencia narrativa incompleta; su carácter transtextual que lo proyecta hacia otros discursos de manera implícita o explícita;  el final abrupto, impredecible y abierto a múltiples interpretaciones; el lenguaje preciso, muchas veces poético…
 Los hay de muchos tipos y de variada extensión (una sola línea, 10, 20...). Baltasar Gracián nos recordó que “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. El microcuento más corto que se conoce es de un maestro en este tipo de subgéneros: Augusto Monterroso, y EL DINOSAURIO (siete palabras):“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Estos relatos breves son habituales en ciertas redes sociales, y en especial en Twitter. 

  En todo caso, mis alumnos de 2º y 3º de la ESO B se han animado y nos han escrito unos pocos. Juzguen ustedes la calidad. 

 Sí, soy yo, al que pagan por verme cómo me pisotean. He visto glorias, triunfos y gente llorar por sus sentimientos. También gente riendo, comiendo, y sobre todo, he visto asientos. Me clavan puntas con los pies, yo no lloro, ni me quejo:

SOY EL CÉSPED DE UN ESTADIO.

Raúl Infantes Parra, 2º ESO B. 

    Estaba yo en una competición mundial de póker en Las Vegas, y de pronto, veo que en una mesa hay un vampiro, un T-Rex y una oveja. El vampiro lo apuesta todo, el T-Rex no llega a las fichas y la oveja solo dice "¡Baaaah!". Después de esto giro la cabeza y le digo a la camarera que no me traiga más tequilas.

Jaime Gaspar Cabezas, 3º ESO B.

EL REY SOL

   Una mañana de Julio, el sol no despertaba.
- Pss,pss…despierta Rey Sol, le decía la Luna cansada de hacer la guardia de la noche.
- Despierta que hay mucho que hacer. Los gallos no cantan, las flores no abren, las personas no pueden trabajar, necesitan tu luz,¡¡¡Levanta las pestañas!!!
-Déjame Luna, no quiero abrir los ojos a este mundo tan cruel, me hace daño mirarlo.
-¿Qué dices, hoy no piensas trabajar? ¡No me lo puedo creer!
- Me hace daño, Luna, ver tantas injusticias, guerras, niños muriendo de hambre y obligados a trabajar, y muchas tristezas más.
-Sí, Rey Sol, ya sé que el mundo no es de color de rosa, pero...
-¿Es esa la solución? ¿Quedarse de brazos cruzados en la oscuridad?
- Tú eres el centro de la vida, tú eres el rey del mundo.
  El sol abrió los ojos y todo se iluminó

   El sol comprendió que no se debe cerrar los ojos, cuando hay problemas, todo lo contrario, abrirlos aún más, luchar por un mundo mejor.

Elena Cruz García, 2º ESO B.

EL COMPROMISO

-Siempre te querré.
-Le dijo el día antes de comprometerse.


EL MISTERIO DE LA BODEGA

      En la cena de Navidad, la señorita Adeline se levantó de la mesa, y se dirigió hacia la bodega para alcanzar una botella de vino.
Nunca regresó…
                                           Coronada Sánchez López, 2º ESO B.

-No estoy loco, ¿verdad mamá? Le pregunto a la mujer que he matado.
-Claro que no, hijo. Me responde el cadáver.

 Francisco José García Díaz, 3º ESO B.


    Una joven de 16 años tenía que ser operada de un trasplante de corazón. Antes de entrar en el quirófano, su novio le dijo que no le abandonaría y que estaría a su lado cuando saliera. Al salir del quirófano, vio que su novio no estaba y le preguntó a la enfermera que si lo había visto. Ésta le respondió que él era el donante del corazón. La joven, triste,  no paraba de llorar... Después, la enfermera le dijo que era broma que había ido al baño y ahora volvía…
  Puri Salguero Romero, 3º ESO B. 

LA CARACOLA
   Metimos las maletas en el maletero, subí al coche y arrancamos. Una hora, dos horas, tres horas y al fin llegamos. De camino a mi nuevo hogar vi en un escaparate una concha preciosa, grande y brillante.
  Fui con mis padres a la playa y allí estuve buscando una infinidad de tiempo esa caracola tan preciosa, pero nada.
   Bañándome en el mar vi que las olas arrastraron una, fui, la cogí y de su interior salieron unas delgadas patas, en resumen, estaba ocupada, la tiré y seguí buscando y buscando.
  Estuve buscando incluso bajo el agua y allí la vi, una caracola grande, blanca y brillante al lado de un grupo de conchas y lo mejor es que no estaba ocupada, fui, la cogí y ya tengo el primer recuerdo de mi aventura, en mi nuevo hogar.
Javier Gordillo Gragera, 2º ESO B. 
LA INJUSTICIA

   Y ella huía y no sabía qué hacer. El hombre con el hacha las estaba 
persiguiendo después de haber matado a dos hombres, una mujer y dos bebés. Y las niñas presenciaron ese acto de sangre, gritos, ruegos y lágrimas.
 No sabían el por qué, pero sí quién. Era el mejor amigo de sus padres (a quien había matado). Era un hombre de confianza y siempre gentil, pero ese día todo se le volvió oscuro, ya que a la mujer que había matado, que era su esposa, le estaba engañando con los otros dos hombres que había matado. Decidió matar a todo quién había conocido a los muertos.
    Las niñas no tuvieron suerte, porque justamente cinco minutos antes de llegar un policía murieron; pero lo más injusto que hay es que al hombre solo le cayeron diez años de cárcel.

Leticia Hernández García, 2º ESO B.
   

  Érase una vez una muchacha muy guapa. Era nueva en el instituto y para integrarse la invitaron a una fiesta. Ella, encantada, aceptó, sin embargo su madre le dijo que a las doce de la noche la quería ver en casa. Hizo muy buena amistad con unas muchachas y al mirar el reloj se dio cuenta que era muy tarde. La pobre salió corriendo y resulta que el chico más guapo del instituto sintió curiosidad por ella. Al verla correr, decidió acompañarla en la carrera. No obstante, no fue capaz de cogerla, pero se le cayó el móvil, y a través de ahí, la localizó. De esta manera, se conocieron y fueron novios. 

                              
Noelia Bordón Romero, 3º ESO B. 

   La gárgola del campanario me mira, me observa, me espía,me acosa, no me quita ojo de encima, me sigue con su mirada de piedra. Yo me armo de valor y subo al campanario, saltando los peldaños de dos en dos, abro la puerta de la terraza de una patada y descubro esa figura de un material similar al mármol. No veo nada y me dispongo a marchar, cuando la estatua de un dragón en una postura de postración me dirige la palabra:

-"Espera".

  Una sola palabra, que ojalá hubiese ignorado, y me hubiese marchado de aquel sitio, pero como ingenuo que soy, me di la vuelta, curioso por lo que tendría que contarme el dragón de piedra, al que dijo que llamase "Comodo" muy educadamente me pidió que le acompañara, incorporándose y tendiéndome su mano diestra, le acompañé, y junto a una estatua estuve volando durante escasos diez minutos hasta llegar, según él al inframundo. Aquel lugar caluroso irradiaba maldad por donde quiera que mirases, derecha e izquierda, todo cubierto por un manto rojo carmesí, y por las profundidades se podía sentir el calor de la lava, de la piedra fundida que rebosaba, estallando a borbotones cerca de mis pies.

 -No tengas miedo, me dijo Comodo, vamos a un lugar lleno de cultura.
  Escasos minutos más tarde llegamos a una sala en las que estaban dibujados los más grandes artistas, tanto literarios como genios musicales y grandes pintores, todos ellos de renombre.
 Me invitó a pasar a una estrecha habitación, y me guillotinó al instante, en aquel aparato oxidado que me cortó el cuello al instante de un tajo. Comodo pintó mi cabeza separada de mi cuerpo sin vida con óleos y demás pinturas, también utilizó sangre, concretamente la mía. El alma de todos aquellos caídos estaba impregnada en la sangre de los cuadros ¿lo hizo entonces porque yo era un artista?

Y eso pasaría si las estatuas hablasen.

 Francisco José García Díaz, 3º ESO B. 

  Se marchó  y nos dejó solos en el frío invierno, pero la realidad era que su alma se había ido hacía ya mucho tiempo. 

       Sara Díaz Rabadán, 4º ESO B.


 Cuando el silencio habló, todos callaron. 
                                                                  
                                                                David Pozo  Rodríguez, 3º ESO C. 

Fueron sus pájaros en la cabeza los que un día le llevaron lejos.
                                                               
                                                                Carla Gutiérrez Durán, 3º ESO C. 

Después de que surcó las profundas y congeladas aguas del océano antártico; cuando salió a la superficie y alzó sus mirada al cielo, se preguntó cómo hacían el resto de las aves para nadar entre las nubes. 
                                                                Paula Pereira Rubio, 3º ESO C.

 Hace tiempo escuché que el tiempo lo cura todo. Dije a mi abuelo. 
 A veces, quién haya osas que solo el tiempo sea capaz de curar, entonces solo nos queda tener paciencia y esperar a que todo cure. Pero también creo que el tiempo no lo cura todo, solo te acostumbras a la idea de que algo en tu vida está cambiando y debes aceptarlo, confiar en ti y curarlo a base de tu voluntad. Respondió mi abuelo. 
 Desde entonces, en cada paso que he dado cada herida que he tenido, he llevado acabo esta frase que me dio mi abuelo como lección de vida. 
                                                               Elisabet Tena Corvo, 4º B. 
   Felicidad

 Abuelo, ¿qué es la felicidad? Preguntó Valentina. 
 Seguramente sea algo parecido al abrazo de una persona cuando llevas tiempo sin verle, a cuando ríes por cualquier cosa, a cuando consigues llegar a una meta, a las palabras exactas en el momento justo...
 No sé que es la felicidad, puede que no sepa daré una respuesta exacta, y quizá tampoco correcta. Pero sí puedo hablarte de todo esto, incluso de mucho más que es lo más parecido que conozco. Respondió don Juan. 
                                                            Mamen Acedo Sayavera, 4º B
 La realidad de la esquizofrenia
 
 Después de aquella noche, los monstruos volvieron. Tenían aun más fuerza que antes. Cada vez que aparecían le recordaban lo que había pasado, le recordaban quién era ahora. Pero, ¿quién era exactamente? A lo largo de su vida se había hecho esa misma pregunta en numerosas ocasiones, se miraba al espejo y se cuestionaba si aquel réglelo mostraba la realidad. Pero ese reflejo actual era lo que le atormentaba, el recuerdo de lo que pasar aquella noche le perseguiría de por vida. Fue como si algo se adueñara de su cuerpo, de su alma. Ni él mismo estaba al mando de sus actos. A partir de entonces, comprendió que nunca podría vivir así, con los monstruos trayéndole a la memoria toda esa culpa. Así es que decidió terminar con todo. 
                                                              Carla Cáceres Acedo, 4º B

 Aquella mañana lluviosa, al salir del baño de mi instituto, pude ver una sombra que tenía aspecto humano. 
 Tres días después, corría por las clases la noticia de que un niño habría desaparecido. A día de hoy, no ha habido ninguna información más sobre el suceso. 
                                                        Alberto Sayavera Heras, 2º A. 

  Era una época de sucesos extraños, había muchas muerte, no eran solo muertes, morían familias al completo. Mi familia y yo estábamos aterrados. Resulta que había un teléfono extraño que siempre llamaba a. nuestra casa, decían que no había nada que ver, pero era curioso que este  número eran solo 6. 
                                                        
                                                       Elena Orozco Orozco, 2º A. 

 Un niño que se levantó y saludó a su madre, después se lavó la cara y recordó que su madre había muerto. 

                                                       Agustín Tamayo Bermejo, 2º A. 
  El misterio del Instituto

 Una vez unos niños estuvieron en los alrededores del Instituto. Estaban sentados en un banco y se dieron cuenta de que las luces del cuarto de baño se encendían y apagaban. Pero pensaron que las luces se encienden por sensores de movimiento. Alguien había allí. Se quedaron aterrorizados. 
    
                                                     Andrea Mancha Godoy, 2º A.  


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